martes, 13 de febrero de 2007


La codicia de Judas.

Por Josué Osiel Nava Ibarra.

Judas es uno de los personajes bíblicos más controversiales. Las iglesias y culturas lo han catalogado como el traidor más grande de la historia porque vendió a Jesucristo. Lo que más llama la atención de este discípulo no solo es su acción de traicionar, sino los privilegios y bendiciones que tuvo al lado de su Maestro.

Fue testigo de los milagros que Jesús realizó. Que impactante debió ser para Judas cuando vio sanar con la mano bendita del Nazareno a tantos enfermos. En cada milagro realizado, este personaje sin lugar a dudas estuvo presente. ¿Es posible que haya personas que han disfrutado los milagros de Dios y terminan por traicionar sus convicciones en El?

Escuchó la mejor enseñanza. Es claro que las clases bíblicas que Cristo compartió a sus seguidores son tan perfectas que hasta el día de hoy han encaminado a muchos creyentes a una mejor calidad de vida. Judas tenía sus materias y las recibía directamente del manantial de vida que es Cristo. ¡Que lamentable es que ni eso cambio el corazón de este discípulo! Posiblemente nunca lograremos entender como es que este hombre traicionó sus convicciones en Dios. Ya que recibió una enseñanza que ni en las mejores universidades se comparten materias tan extraordinarias como las que el Señor compartió con sus discípulos.

Recibió un llamado directo del Señor. (Pasaje Marcos 3:11-20). “Jesús subió a la montaña para llamar a sus discípulos”. Esto nos indica la importancia de estar en la presencia de Dios. Los lugares altos o montes en la Biblia son símbolo de la gloria divinidad. Por eso el Maestro subió para llamar a los apóstoles. Cuando tenemos esta clase de intimidad con el Todopoderoso allí cambia nuestra perspectiva de la vida. “Llamó a los que el quiso”. La invitación para servir en el ministerio no es por iniciativa humana, viene de trono de Dios. Cuando el Señor atrae a los suyos para seguirlo y obedecerle, es con el fin de permanecer siempre con El. Para ser regenerados con el poder del Espíritu Santo. “Los cuales subieron”. Responder al llamado de nuestro Creador es lo mas digno y honroso que puede recibir un hombre. Desde el momento que un creyente se inscribe en la universidad de Dios es para hacer su voluntad. Para dejarse moldear por su manos benditas. Y en este pasaje notamos con claridad que Jesús lo hace: “Simón a quien llamo Pedro”. Significa cambio de carácter y de vida. “Jacobo y Juan (Boanerges) hijos del trueno”. Y lo eran. La historia bíblica nos dice claramente que pertenecían a una secta aguerrida y exigente. Pero a pesar de eso tuvieron disposición para subir y estar en la presencia de su Maestro. “Y Judas el que lo traiciono”.

Tuvo la oportunidad de servir. Él era el tesorero del grupo. Posiblemente en el corazón de este discípulo nació la codicia cuando ejerció este servicio para el ministerio de Jesús.

“María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, que era uno de sus discípulos y que más tarde lo traicionaría, objetó: ¿Por qué no se vendió éste perfume, que vale muchísimo dinero, para dárselo a los pobres? Dijo esto no porque se interesara por los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa de dinero, acostumbraba robarse lo que echaba en ella”. Juan 12:3-6 (NVI).

La codicia es ambicionar más de lo que se tiene, desear lo que posee otra persona. ¿Cuándo nace este sentimiento en el corazón? Este sentimiento nace en el corazón cuando no se tiene la convicción de que el amor de Jesús vale mucho más que todo el dinero que se pueda tener.

Si hay algo que perturba la generosidad de un creyente es el amor al dinero. Judas fue un hombre que se dejó llevar por la codicia. Por obtener algo de dinero se dejó influenciar por el enemigo de nuestras almas.

“Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce al que llamaban Iscariote” Juan 22:3 (NVI, 1999)

Además de eso, no se interesaba por los pobres porque era ladrón y al estar al cuidado de la bolsa del dinero, es decir, la tesorería general del ministerio del Maestro, tomaba para si dinero que no le pertenecía.

“La raíz de todos los males es el amor al dinero” Hebreos 13:5

La astucia del diablo para engañar al pueblo de Dios es un factor que afecta a la iglesia y ha logrado desviar a muchos creyentes de sus objetivos para bendecir la obra de Dios. Que lamentable es cuando la iglesia del Señor se deja llevar por la codicia.

Apartemos nuestro corazón de este pecado. Dios no esta en contra de la prosperidad. El bendice a los que trabajan, son fieles para bendecir su obra con sus recursos y no se apartan de sus caminos. Pero jamás debemos permitir que el dinero nos domine. Administremos con sabiduría, amor y generosidad nuestras finanzas.
“No da el que tiene más. Da el que ama más a Dios”.[1]

“Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” Hebreos 13:5

[1] Citado en el Sermón de Romanos 15: 22-33. por el pastor Abel Flores Acevedo.




El Amor al Prójimo.

Por Josué Osiel Nava Ibarra.

Cuando hablamos del amor al prójimo, hemos de entender que se trata más de acciones que de palabras. Es muy fácil pensar que amar al prójimo tiene que ver con lo que decimos o aparentamos, pero la realidad es que el amor es el resultado de una persona que se llena del Espíritu Santo de Dios. “Y la esperanza no avergüenza: porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5) Aunque las palabras en ocasiones endulzan nuestros corazones, más si estas son expresadas con cariño, eso no determina cuanto estamos amando. Quiero compartir con usted desde el punto de vista bíblico como se demuestra el amor a nuestro semejante.

Sirviendo con excelencia a los demás. Jesucristo nos dio el ejemplo de servir a los demás con calidad, sin esperar nada a cambio y sin pensar si la otra persona lo merecía o no. En su vida terrenal, él sirvió con amor, con paciencia y con alegría. Lo hizo más allá de sus fuerzas y no escatimó tiempo para hacerlo. “Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28) Pero la lección más grande de servicio en la persona de Jesucristo fue cuando le lavó los pies a sus discípulos (Juan 13:1-17). Lo impactante de éste suceso es que entre los que eran servidos por Jesús estaba Judas el traidor, aún así el Maestro de Nazareth estuvo dispuesto a servirlo. No importa a quién tengamos que servir, si hemos recibido el amor de Dios por medio de Jesucristo tenemos la capacidad de hacerlo. El cristianismo verdadero, manifiesta el amor de Dios a toda clase de personas, incluyendo a los traidores, mentirosos o desleales.

Ayudando a los necesitados. La Biblia es clara al enseñarnos este principio como un acto de amor. “El que da al pobre no tendrá pobreza: Más el que aparta sus ojos tendrá muchas maldiciones” (Proverbios 28:27). Es un deber para el creyente ayudar al prójimo cuando éste tiene carencias económicas, materiales o espirituales. “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” (Santiago 2:15,16). Ayudemos a los necesitados con sabiduría, inteligencia, amor y respeto. Nunca nos burlemos de los necesitados y procuremos comprender la condición de los desprotegidos, optemos por actuar con misericordia y seremos bendecidos por Dios. No podemos demostrar que amamos a nuestro prójimo si no sabemos perdonar, servir y ayudar, porque nos convertiremos en hipócritas y nuestra fe no corresponderá con nuestras acciones dando así un mal testimonio. Reflexionemos y si fuera necesario cambiemos para mostrar el amor de Dios a nuestros semejantes. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1Juan 4:20).